La historia del nombre de nuestra tienda
Cuenta la leyenda que en el inicio de los tiempos, cuando los hombres
comenzaron a poblar la tierra, no existían ni el sol ni la luna y los
hombres se encontraban inmersos en una gran oscuridad, asustados por las
numerosas criaturas que salían de las entrañas de la tierra: toros de
fuego, caballos voladores, enormes dragones, genios y brujas… Los
hombres vivían en cavernas, temerosos y expectantes, hasta que
finalmente, en su desesperación, decidieron pedir ayuda a Amalur. Ante
la insistencia de sus plegarias, Amalur les dijo:
– “Hijos míos, me pedís que os ayude y eso voy a hacer. Crearé un ser luminoso al que llamaréis Ilargi“.
Y así Amalur creó la Luna, que con su brillo pálido iluminó la noche y
espantó a las criaturas. Al comienzo, los hombres se asustaron de la
luz y permanecieron en sus cuevas sin atreverse a salir. Pero vieron que
las criaturas de la oscuridad huían del resplandor de Ilargi, y
salieron a celebrarlo, regocijados. Pero el susto de los genios no duró
para siempre, y poco a poco, las criaturas de la oscuridad se
acostumbraron a la luz de Ilargi, y no tardaron en salir de sus simas y
acosar de nuevo a los humanos. Así que los hombres acudieron otra vez a
Amalur, pidiéndole esta vez algo más poderoso.
– “Amalur,” -le dijeron- “te estamos muy agradecidos porque nos has
regalado a la madre Luna, pero aún necesitamos algo más poderoso puesto
que los genios no dejan de perseguirnos.”
– “De acuerdo,” – respondió Amalur- “crearé un ser todavía más luminoso al que llamaréis Eguzki.”
Y Amalur creó el Sol. De esta forma, el Sol sería el día y la Luna la
noche. Era tan grande, luminoso y caliente que incluso los hombres
tuvieron que acostumbrarse poco a poco. Gracias a su calor y luz,
crecieron las plantas y aún más importante, los genios y las brujas no
pudieron acostumbrarse a la gran claridad del día y desde entonces sólo
pudieron salir de noche.
Pero los hombres, acudieron una vez más a Amalur para pedirle
protección durante la noche, ya que los genios seguían saliendo de sus
simas en la oscuridad de la noche para acosarlos. Y fue entonces cuando Amalur creó una flor tan hermosa que, al verla, los seres de la noche creerían que era el propio Eguzki y huirían aterrados. Esta es “Eguzkilore”
(flor del sol). Y hasta hoy, este es el símbolo de protección que
defiende los hogares de los malos espíritus, los brujos, los genios de
la enfermedad, las tempestades, rayos y demás enemigos del hombre.
Desde aquel tiempo, hasta hoy, se sigue buscando en los montes la
flor del sol para secarla y dejarla colgando en la puerta de la casa
para protegerla de los malos espíritus. La creencia popular decía que
las sorginak (brujas) y las lamias no podían entrar en
las casas hasta haber contado todas las hojas de la planta, pero no
eran capaces de hacerlo antes de que amaneciera, teniendo que volver a
sus refugios subterráneos. En otras versiones, la mera visión del
eguzkilore en la puerta, les hacía creer que era el mismo sol y que ya
despuntaba el alba por lo cual debían retirarse a sus cuevas.
La Eguzkilore es la flor del cardo silvestre (Carlina Acaulis), una
planta es perenne de tallo rígido y reducido de hasta unos 20 cm. de
altura. Crece casi pegada al suelo y brota en forma de roseta de hojas
recortadas y espinosas. La cabeza floral se encuentra en el centro de la
roseta. Tiene la característica de que no se marchita, manteniendo
siempre su belleza y frescura. Crece en laderas soleadas, barbechos y
praderas pedregosas de montaña.